¿DIFICULTAD DE APRENDIZAJE O DESMOTIVACIÓN? LA IMPORTANCIA DE DIFERENCIAR CONCEPTOS
Hace unas semanas publiqué este tuit en el que mencionaba lo siguiente:
No es lo mismo… Por ello es muy importante detectar si hay un problema o dificultad desde las primeras etapas, así como si es "vago" y está desmotivado. Por ello, hay que buscar las herramientas adecuadas para ambas situaciones con ayuda de profesionales https://t.co/CI7PaCqnN9
— María Jesús Campos (@mariajesuspsi) September 29, 2018
El tuit surgía a raíz de la lectura de este artículo, en el que se entrevistaba al neuropediatra Manuel Antonio Fernández (más conocido en tuiter como El neuropediatra), en el que se hablaba de la importancia de diferenciar entre una dificultad de aprendizaje de los menores, a una situación de desmotivación o “vaguería” de los chicos y chicas.
Y evidentemente, no es lo mismo.
Y no es lo mismo porque hay muchos factores que influyen en esa diferencia (desde factores biológicos, hasta factores ambientales, sociales, etc), y no es lo mismo porque la intervención y puesta en marcha de un protocolo de actuación varía significativamente.
En más de una ocasión, trabajando con familias y menores, me encuentro con el siguiente planteamiento: “María Jesús, el niño está bajando el rendimiento y ahora se eterniza en los deberes, además de ponerse vacilón, igual tiene déficit de atención o algo de eso. ¿No crees?”
Y os puedo asegurar que la respuesta, en un porcentaje significativo, que se plantea ante esta cuestión es un No.
Y es un «no», porque como profesionales (y dentro de nuestras obligaciones y responsabilidades) que trabajamos con menores y comenzamos a ver determinados aspectos, comportamientos o actuaciones significativas y llamativas, somos los primeros en plantear una evaluación para descartar o confirmar un diagnóstico.
Pero lo que me voy encontrando, es que hemos llegado a un punto en el que parece que niños que no prestan atención, son más apáticos, inquietos, cometen alguna falta de ortografía, etc, ya es necesario que se ponga un diagnóstico. Y no es así.
No siempre hay un diagnóstico clínico tras determinados comportamientos y actitudes de los chicos y chicas, no siempre hay un TDAH o una dislexia, por ejemplo, sino que nos encontramos con comportamientos puntuales, actitudes y desmotivación hacia lo planteado académicamente.
Como bien se refleja en el artículo, y como yo defiendo en muchas ocasiones con familias, e incluso en reuniones con docentes, el proceso madurativo de los menores influye y mucho, y además añado que momentos personales que estén viviendo (a nivel familiar o social), así como etapas del propio desarrollo evolutivo (por ejemplo, la adolescencia) también ejercen su influencia en la actitud hacia los estudios y comportamientos desencadenados.
Y es que el estudio acapara gran parte del día a día de los menores, no solo en el centro escolar (donde los docentes también ven y detectan dificultades, así como cambios en el rendimiento de los menores, siendo en muchas ocasiones los primeros en dar la voz de alarma), sino también en los hogares durante las tardes. De ahí, que en muchas ocasiones este aspecto sea el que desencadene la evaluación y análisis ante una posible dificultad.
Lo importante como padres y madres ante situaciones en las que los hijos e hijas presentan dificultades, comportamientos o actitudes negativas hacia el estudio, es hablar con los docentes para conocer cómo está siendo el rendimiento en el aula (viendo así conductas similares o diferentes), pero también acudir a especialistas, con una visión abierta sobre lo que nos puedan plantear, para poder conocer pautas de actuación como padres y madres, así como plantear una intervención con el menor.
Esas intervenciones variarán en función de lo que nos encontremos con los menores, así como las pautas de actuación recomendables para las familias o docentes (en caso de dificultades específicas o trastornos del desarrollo o aprendizaje).
Cuando nos encontramos con una dificultad de aprendizaje, ya sea dislexia, discalculia, TDAH, Trastorno de conducta, retraso madurativo, etc, la intervención irá enfocada a esa dificultad (tanto a nivel de terapia psicológica, como farmacológica en algunos menores), haciendo hincapié en la importancia de la comunicación entre padres, madres, docentes y especialistas que trabajen con el menor.
Esto es así porque es clave caminar todos en una dirección, en un equilibrio que permita al menor estar más centrado, todo sea acorde y no haya puntos discrepantes en los que se le den instrucciones diferentes.
Ante determinadas dificultades, hay protocolos de actuación muy claros en los centros escolares, si a eso le añadimos pautas específicas para el menor que se hayan establecido a partir de sus necesidades particulares observadas y trabajadas en terapia, el enriquecimiento y desarrollo será mayor.
Porque como siempre digo, la colaboración entre todas las personas implicadas repercute directamente en el menor, que es el mayor beneficiario.
Por otro lado, cuando no hay una dificultad de aprendizaje, lo que nos encontramos son con menores desmotivados, «vagos», sin interés, es importante conocer e indagar en el por qué, para que a partir de ello poder establecer unas pautas de actuación acordes a ellas.
Por ejemplo, hay menores cuyo esfuerzo es nulo, hacen lo mínimo o no lo hacen, pero siempre obtienen una recompensa, lo tienen todo sin esforzarse. Al final, esto se va generalizando y afecta al estudio, porque «si consigo cosas sin hacer nada, voy obviando responsabilidades, porque sigo teniendo lo que quiero».
Ante estas situaciones, es importante reorganizar las relaciones del hogar y comenzar a dar peso al esfuerzo y a las responsabilidades, para así conseguir “recompensas” o lo que se desea en función de las actuaciones llevadas a cabo.
Y esto es un tema que se tiene que trabajar con muchas familias, porque parte del inicio de algunas conductas de los menores es la falta de esfuerzo y responsabilidades que se les exige (por diversos motivos, pero esto da para otro artículo).
Otro ejemplo, hay menores desmotivados en el estudio porque no son capaces de organizarse, no saben cómo estudiar ni trabajar los contenidos académicos, esto les desmotiva y frustra, por lo que abandonan o dejan de lado estas tareas.
Aquí es importante ofrecer una serie de actuaciones focalizadas en esas demandas, adaptando una planificación de estudio a sus necesidades específicas.
Como se puede ver, no es lo mismo una dificultad de aprendizaje que falta de motivación y desinterés, la intervención variará en cada una de ellas, los protocolos seguidos se modificarán según las necesidades.
Así que, papás y mamás, ante dudas, ante situaciones complicadas con los hijos e hijos, es importante acudir a profesionales que puedan orientar, evaluar y guiar en el camino, adaptándose a las necesidades específicas.
NeurasDeMadre
Lamentablemente se siguen confundiendo terminos y poniendo muchas etiquetas. Buen post que le vendrís bien a muchas familias. Un abrazo!
María Jesús Campos Osa
Muchísimas gracias por el comentario Eli!
Así es, se siguen confundiendo términos y eso lleva a actuaciones e intervenciones erróneas, en ambas direcciones, con las consecuencias que esto genera… Hay que tenerlo en cuenta, analizar y valorar bien lo que presentan los menores, sus necesidades específicas, antes de establecer un diagnóstico (sin evaluar) o una etiqueta.
Un abrazo!