ESTRATEGIAS PARA AFRONTAR LA ADOLESCENCIA
Estrategias para afrontar la adolescencia es un área que solicitan muchas familias para afrontar esta etapa con su adolescente. Pero ante de ofrecer esas estrategias es importante conocer qué cambios se presentan.
Para conocer más sobre ello, os dejo aquí el enlace al artículo, en el que hablo del paso de una etapa evolutiva a otra. En concreto de la niñez a la adolescencia. En él especificaba los cambios a los que se enfrentan los menores, y por extensión también las madres y padres. Esto es así porque las relaciones familiares se ven implicadas.
Pues bien, a raíz del artículo surgieron una serie de comentarios y reflexiones muy interesantes en redes. Además, Melisa Tuya escribió este artículo, que os recomiendo leer por lo que en él cuenta, «¿Quién teme al lobo feroz de la adolescencia de sus hijos?», empleando una metáfora que me encantó… «El lobo feroz de la adolescencia…»
Pues bien, a raíz de todo esto (y que también estaba en mi planificación de artículos para dar coherencia a todo), voy a continuar con este tema. Tema que ha generado interés y por el que he recibido algunos mensajes pidiendo más información y algunos recursos.
El objetivo del artículo es compartir una serie de estrategias y pautas para gestionar las situaciones a las que hacer frente en esta etapa de desarrollo, en ese paso de la niñez a la adolescencia.
A continuación os voy a ir desgranando las que considero fundamentales y básicas, porque a partir de ellas surgen, de manera natural, otras.
- No manifestéis miedo ni dramatizaciones ante la adolescencia.
Sí, da vértigo, lo sé… «Que viene el lobo, que viene el lobo…». Se escuchan, ven y leen muchas informaciones, experiencias, vivencias… Pero si vamos con miedo o exagerando situaciones y conductas de esta etapa, la manera de afrontarla no será la correcta. Esto desencadenará que se exageren muchas situaciones y haya desequilibrios con la realidad a la que realmente nos enfrentemos.
- Informaos de los cambios propios de la etapa.
Como padres y madres es importante informarse, leer, asistir a charlas, pero siempre desde la perspectiva profesional. Otras familias cuentan su experiencia, que no es la misma que la que viviréis cada uno de vosotros, pero compartir en puntos de encuentro programados o diseñados para atender a estos temas, ayuda mucho en ese sentimiento de no sentirse solo en esta etapa. Pero recordar que…
«Cada menor y cada familia son únicos, así como sus experiencias».
Al igual que cuando los niños son pequeños (en esos primeros años se leen muchos libros), es importante que en esta etapa también se lean libros o como padres y madres se busque información, se asista a charlas, escuelas de padres, cursos formativos u orientativos de diversas temáticas.
- Sed pacientes en el proceso de adaptación a los diversos cambios.
No todos los menores viven igual este proceso de desarrollo. Esto hay que entenderlo y conocerlo para poder orientarles, guiarles y apoyarles.
Hay chicos y chicas que dicen una frase, que creo que es muy representativa: «No me aguanto ni a mí mismo/a». Es llamativo porque hay veces que ni ellos mismos saben lo que les sucede, lo que experimentan, ni porqué se sienten así. Y ante esto, un consejo…
Es importante estar ahí y que procuréis seguir la siguiente estrategia.
- Evitad las acusaciones y ataques constantes por ser adolescente.
En muchos momentos se utilizan expresiones y ataques a los menores por el mero hecho de ser adolescente. Todo ello, sin tener en cuenta el origen de lo vivido, características o necesidades del menor. «Simplemente porque eres adolescente dices X cosa o desarrollas estas conductas».
Y no es así. No todas las personas adolescentes son iguales, no todo sucede porque estén en esta etapa evolutiva. Tienen vivencias, experiencias, emociones, sentimientos, que desencadenan determinadas conductas. Pero no todo debe relacionarse con el hecho de ser adolescente.
- Supervisión sin invasión.
Hay momentos en los que los padres y madres tienen la necesidad de saber todo de sus hijos e hijas, dónde va, con quién, cuándo, qué hace, qué publica en redes sociales o qué contactos tiene. Convirtiendo así momentos de conversación, en momentos de interrogatorio. Y esto no ayuda.
En el periódico La Vanguardia se publicó «Controlar, sí. Espiar, no. ¿Dónde empieza y termina la vigilancia a los hijos?«. A raíz del artículo surgieron comentarios al respecto, y mencioné lo que indica este punto. Hay que supervisar, tener cierto control, pero respetar la intimidad, crear encuentros de diálogo, confianza y seguros para compartir.
Muy interesante. Qué opìnáis @mariajesuspsi @neurasdemadre ? Controlar, sí. Espiar, no. ¿Dónde empieza y acaba la vigilancia a los hijos? https://t.co/EvlZ5rb0Nu
— Bloggers & Family (@BloggersFamily) April 9, 2019
- Respetad su intimidad.
María González Sanguino expresaba que su hija la decía que «no comentara a otros padres/madres el pavo que tiene o lo insoportable que está, hablando los adultos como si los adolescentes fueran lo peor».
A veces los padres y madres comentan entre ellos lo que hacen o dicen sus hijos e hijas, los conflictos que tienen, como se comportan… Y esto forma parte de la intimidad del hogar y de los menores, respetarla es clave. A ellos no les gusta que se vayan contando sus vivencias, intimidades o experiencias.
Y es que, con esto sucede como con «el teléfono escacharrado». Unos padres cuentan una cosa a otros, estos la interpretan y la cuentan a sus hijos u otros padres, y así se llega a planteamientos algo alejados de la realidad y en los que se está cuestionando a un menor.
- Intentad poneros en su lugar para comprender algunas situaciones. Empatía.
Es muy significativo como a veces los padres y madres exigimos a nuestros hijos e hijas que entiendan como nos sentimos en determinados momentos. Sin embargo, hay ocasiones en las que no se hace ese cambio de perspectiva.
Debemos intentar ponernos en su lugar, empatizar con ellos según las situaciones experimentadas, las emociones surgidas, los conflictos a los que tienen que dar respuesta… Porque así podremos guiarles, orientarles y ayudarles en el camino.
- Mantened una comunicación fluida en el hogar.
La comunicación no debe ser un aspecto a trabajar únicamente en la adolescencia. Lo digo muchísimas veces y en contextos diferentes, dialogar con los hijos e hijas se debe hacer desde pequeños.
Tener ese punto de comunicación, de expresión y compartir es muy importante. Si se trabaja desde pequeños en la adolescencia habrá unas bases, aunque los menores se distancien, pero los «posos» están ahí y será más sencillo buscar momentos de comunicación.
- Respetad sus emociones
Como adulto se puede interpretar que las emociones que el adolescente vive ante una situación son exageradas. Sin embargo, son sus emociones, son sus vivencias y manifestaciones. Hay que respetarlas.
Cada uno analizamos, afrontamos e interpretamos las situaciones de manera diversa, experimentando unas emociones u otras, así como la intensidad de las mismas. Respetar esto es clave. Para las personas adolescentes es importante porque nos permitirá entender mejor lo que están viviendo y cómo, para así poder ayudarles.
Antes de finalizar, me gustaría destacar que en caso de sentirse desbordados, de encontrarse con situaciones complicadas, difíciles de gestionar o que estén suponiendo riesgo para el menor, lo aconsejable es buscar ayuda profesional.
Como conclusión al artículo de hoy…
La etapa de la adolescencia es una etapa más que vivir, afrontar y gestionar como padres y madres. No hay que temerla, hay que saber gestionarla, contar con recursos y estrategias que ayuden a conectar con los adolescentes y con las experiencias que se encuentran en el camino.
Dácil Isabel Muñoz Porta
Buuuf, qué difícil. Tengo a Daniel es una etapa horrorosa con sólo 9 años. Protesta por todo, se queja de todo, se angustia por todo, todos estamos en su contra, quiere hacer lo que le dé la gana… Y la paciencia tiene un límite, un límite que cada es vez es más corto y más corto, ainsss. Con esa actitud hace que sus padres nos pongamos cada vez más nerviosos e incluso que discutamos más entre nosotros. He intentado explicarle por qué no es la mejor de las actitudes, pero ni escucha. En fin, que noe s fácil empatizar cuando él sólo se mira el ombligo, ni ser paciente, ni comunicarse (él pone el muro)… ni nada. Al menos tiene claro que le queremos con locura. Es lo único bueno.
María Jesús Campos Osa
Buenas Dácil,
Antes de nada, gracias por tu comentario, por compartir un pedacito de tus vivencias diarias en casa con Daniel. Es cierto que cada menor es diferente, gestiona las situaciones de manera distinta y los padres llega un momento en que nos vemos desbordados y explotamos.
Creo que es importante hacerle ver porqué siente y piensa así, que exponga sus motivos e ir atendiendo cada uno de ellos, viendo la parte de «verdad» o «de equivocación» que tiene. A veces ir analizando y desgranando cada punto ayuda…
Un abrazo!!
Dácil Isabel Muñoz Porta
Lo intento pero es muy difícil porque estoy casi segura que no se entiende ni él. Encima parece bipolar en ocasiones, pasa de una emoción a otra rapidísimo y sin aviso previo. A mí me está volviendo loca. Esta tarde, sin ir más lejos, me ha llevado al límite recriminándome de todo y cuando ya he perdido los papeles se ha ido de la habitación dejándome con la palabra en la boca, me he levantado hecha una hidra por el poco respeto del gesto y me lo he encontrado en el pasillo mirándome con ojos como platos: «Mamá, ¿por qué gritas?» me ha preguntado tan pancho. Para no arrepentirme de nada me he dado la vuelta sin decir palabra y he continuado con la tarea que estaba haciendo mordiéndome la lengua. Buuuuf. Me parece dificilisimo lidiar con él. En fin…