Psicología

LA IMPLICACIÓN EN LA INTERVENCIÓN

La implicación en la intervención es fundamental para avanzar. Cuando trabajamos con personas, independientemente de la edad, ya sea en terapia o intervención psicoeducativa, como es mi caso, es clave la implicación en el proceso.

 

En este artículo me voy a centrar en menores, ya que son mi colectivo de intervención. Pero la aceptación de la ayuda y la implicación es un primer paso para todas las personas, independientemente de la edad.

 

Cuando voy a comenzar a intervenir con un menor y con la familia, ya que la intervención afecta a todo el núcleo familiar (pero esto lo dejo para otro artículo), siempre me gusta conocer y aclarar algunos puntos.

  • Si se ha hablado con el o la menor sobre la ayuda buscada.
  • En caso de dificultad o trastorno, si el o la menor conoce esa dificultad.
  • Si conocen el por qué de la intervención o ayuda solicitada, no solo para él o ella sino para toda la familia.
  • Su disposición y conformidad acorde a la decisión tomada.

Este último punto es importante, porque su predisposición será determinante durante la intervención. De ahí que se aclaren los puntos anteriores. Y por supuesto, no focalizar única y exclusivamente la intervención en él o ella, ya que la familia también tendrá que reorientar comportamientos, conocer nuevas pautas y colaborar.

 

Con respecto a la asistencia a terapia por parte de menores y familias, un aspecto importante a destacar es que no es un castigo a sus comportamientos. Esto se debe dejar claro. Y sobre este tema os hablé en este vídeo.

 

Ahora bien, una vez todo aclarado y bien explicado en esa sesión inicial (que abarca mucho más), comenzará la andadura del proceso de intervención. Intervención que requiere de la implicación de la persona.

 

Es evidente, pensaréis. Pero en ocasiones, por diversos motivos las personas no están decididas y eso se percibe. Con respecto a la intervención, se pueden presentar pautas o estrategias que se deben seguir, sin embargo las personas no se sienten identificadas con ellas o no se ven capaces de seguirlas de manera correcta. De ahí, que como buenos profesionales sepamos escuchar esas demandas, necesidades y características. Y es que, tenemos que tener claro que…

 

No son frases bonitas o ideas generales, sino que se debe adaptar la intervención y pautas a esas necesidades específicas de cada caso.

 

A lo largo del artículo, me gustaría recoger una pequeña reflexión sobre lo que he visto con menores a lo largo de los años de intervención que llevo (más de 15…). Y es que, un aspecto que he observado es el siguiente.

 

Los menores se sienten más predispuestos e implicados cuando ellos participan, deciden, redactan y escriben aquellas pautas, estrategias y propuestas a seguir.

 

Puede parecer una tontería, pero no lo es. Y recalco, escriben y redactan lo planteado. Cuando planifico la sesión de intervención tengo claro qué objetivo voy a trabajar en ella, pero también tengo que estar abierta a modificaciones por lo que haya acontecido o cómo se encuentre ese menor.

 

Llevar a cabo una parte de análisis y reflexión inicial acerca de acontecimientos surgidos, experiencias, pautas que hayan funcionado y cuáles no, qué tareas de las propuestas se han hecho, etc, será determinante. Porque en función de todo ello se seguirá reorientando y planificando.

 

Para las sesiones puedo llevar una serie de pautas, que considero importantes para cada caso (menor y familia); sin embargo me gusta desarrollarlas con cada uno de ellos. Es decir, sentarnos, y en función de lo hablado y analizado, delimitar qué debemos tener en cuenta. 

 

Todo lo que planteamos debe ser analizado conjuntamente, escuchando y valorando las propuestas. Esto es muy importante para los peques y adolescentes, porque se sienten importantes y que pueden decidir. Pero plasmarlo en un papel o pizarra ayuda, y mucho.

 

Este proceso de recoger gráficamente lo analizado favorece aspectos importantes como:

  • Sentirse partícipes de la intervención desarrollada.
  • Implicarse en aquello que se propone.
  • Asumir la responsabilidad de lo planteado.
  • Hacer suyo lo que está escrito o dibujado.
  • Tener un apoyo visual al que acudir (tanto el menor como la familia para orientar).
  • Ver la evolución a lo largo del tiempo de lo conseguido.

Y es que, cuando una persona se embarca en un proceso de intervención, cuando lo siente como propio, cuando ve que tiene como objetivo atender a sus necesidades, es más fácil conseguir que se implique en él.

 

Implicarse, vendrá dado por el protagonismo que demos a la persona, porque realmente es ella la protagonista, sus necesidades y características.

 

Cuanto más se vea reflejada, partícipe y centrada en sus necesidades, más fácil será que se implique y quiera más para avanzar.

 

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