EL PAPEL DE LA FAMILIA
La pasada semana escribí este artículo en el que hablaba de la importancia de respetar los ritmos de aprendizaje de los menores, así como su desarrollo y evolución, llevando a cabo actuaciones e intervenciones adaptadas a ellos.
El artículo estaba más enfocado a docentes y profesionales de la educación que trabajamos con los menores, quizá por la importancia que hacía en el mismo de poder adaptar las actuaciones a las necesidades específicas.
Pues bien, en este artículo voy a atender a unas de las patas claves (como ya mencioné en el post anterior) del desarrollo de los chicos y chicas, la familia.
En ocasiones, a los padres les resulta complicado asimilar que su hija o hijo pueda presentar una dificultad, ya sea una dificultad específica de aprendizaje (dislexia, discalculia, disgrafía, etc), Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), retraso lectoescritor, retraso madurativo, etc. ¿Por qué?
Porque supone modificar actuaciones, rutinas, hábitos y normas llevadas a cabo, trabajar sobre mitos, derrumbar prejuicios e ideas que se pueden leer o escuchar en diversos contextos y muchas más cosas. En ocasiones, para muchas familias esto supone establecer un nuevo punto de partida.
Para favorecer el trabajo de la familia y su papel con los hijos es importante trabajar en primer lugar en dos aspectos claves: Culpa y equivocación.
- Culpabilizarse. Muchos padres se sienten culpables por lo que les puede estar sucediendo a sus hijos. Esto por diversos motivos, como por ejemplo ideologías y creencias, falta de tiempo con ellos, dejarles libremente actuar, no estar con los menores haciendo actividades conjuntas, no guiarles cuando lo necesitaban…
- Equivocaciones. Sentir que se han equivocado en muchos momentos y actuaciones llevadas a cabo, como por ejemplo gritarles cuando hacen algo mal, tomar decisiones incorrectas con los castigos, no hablarles, compararles con otros niños, forzarles a actuar de manera que como padres desean…
Sobre esto hay que trabajar inicialmente, haciéndoles hincapié en que:
No son culpables y tomaron decisiones, que en su momento, sin conocer lo que sucedía o por falta de conocimientos, pensaban que era lo más adecuado para sus hijos, pero esas decisiones no son las que desencadenan la dificultad o trastorno. Esto es clave hacérselo ver y entender.
Una vez analizado esto con los padres, es importante explicar claramente la dificultad presentada y plantear un plan de actuación conjunta, tanto para el menor como para los padres, así como la implicación de los diferentes profesionales.
En ese plan de intervención, con los menores se realizarán una serie de actuaciones según las necesidades presentadas y adaptadas a las necesidades específicas y características , pero con los padres también (y son ellos el objetivo de este artículo).
Así que, la labor con las familias será:
- Explicar claramente la dificultad que presentan los menores.
Es muy importante explicar a los padres qué dificultad y necesidad presenta su hijo o hija, cómo se puede intervenir en ella y qué caminos seguir para su evolución y desarrollo.
Esta información es significativo que surja de profesionales, ya que se adaptará a las características que presente el menor pudiendo mostrar claramente en qué aspectos se da. Además de esto, en ocasiones se busca información en internet, se recibe información por parte de otras personas que han escuchado casos de otros niños, etc. Información en ocasiones sesgada y que lleva a errores de interpretación.
Así, el análisis de lo que sucede, del diagnóstico y de las características específicas que presenta el menor, es importante que sean analizadas, aclaradas y tratadas con profesionales, ya que podrán guiar y orientar en cómo actuar.
- Valorar qué decisiones, conductas o acciones funcionan y cuáles no.
Sí, en ocasiones hay estrategias o conductas que funcionan en determinados momentos, por ello valorarlas y poder decidir si continuar con ellas o no es importante.
Igualmente, decir claramente a los padres aquellas conductas que no facilitan o colaboran en el objetivo y necesidad ante la que nos encontramos es otro aspecto a tener en cuenta. Todo ello, analizado desde el punto de vista de la dificultad del menor y las necesidades que se presentan.
- Establecer pautas de actuación.
Pautas tanto para los menores como para los adultos. Lo digo en muchas ocasiones, el trabajo de todos y la implicación tanto de padres como de hijos es clave para el avance y evolución.
Así que, guiar a los padres en cómo poder desarrollar determinadas acciones, cómo comportarse en determinados momentos y explicar el por qué de esas pautas es muy beneficioso para poder entender y comprender mucho mejor la dificultad y trastorno del menor, así como mostrarles el mejor camino sobre cómo se les puede ayudar.
Estas pautas estarán más orientadas al planteamiento de rutinas, hábitos, organización de actuaciones, tiempos de actividad, etc.
- Establecer estrategias de intervención.
Cómo trabajar y dirigirse a los hijos es muy importante ante una dificultad de aprendizaje. Esto se debe a que en ocasiones nos encontramos con autoestima muy baja y situaciones de frustración por parte de los menores al ver que no son capaces de alcanzar objetivos plateados.
Así, cómo ayudarles y orientarles en las tareas, en qué hacer hincapié, cómo poder explicarles un contenido, cómo guiarles en la lectura, cómo poder repasar determinados contenidos, etc. Estos son aspectos a trabajar con los padres.
- Colaboración con el centro escolar.
Uno de los aspectos en los que hago mucho énfasis con los padres es en el de la colaboración y diálogo con los docentes. Poder conocer las actuaciones llevadas a cabo en el centro, las necesidades y demandas del menor en el mismo, cómo se comporta y actúa en el colegio o instituto, qué se observa en él… Son aspectos que no se deben dejar de lado, ya que ayudan en la intervención, además de favorecer y facilitar la colaboración conjunta entre todos.
- Cuidar la salud emocional
Ya he hecho mención líneas más arriba a los sentimientos de culpa que pueden vivir muchas familias. Trabajar sobre ello, cómo viven las situaciones, cómo se ven a la hora de hacer frente a los cambios, cómo afrontan los reveses y dificultades que pueden ir surgiendo, etc. Son aspectos determinantes que se deben tener en cuenta y sobre los que también incidir e intervenir.
Trabajar con las familias es un punto importante ante las necesidades específicas que presenten los menores, haciendo hincapié, como hemos visto, en varios aspectos:
- ¿Qué sucede?
- ¿Qué necesidades presentan los hijos?
- ¿Cómo se les puede ayudar?
- ¿Qué actuaciones se pueden llevar a cabo?
Un vez esto analizado esto, la intervención e implicación de los padres será clave e irán de la mano, porque son una pieza muy importante en el puzle sobre el que se está trabajando.
Como resumen de este artículo, os dejo mi reflexión para concluir:
«La colaboración de los padres es determinante, seguir las pautas y estrategias establecidas es fundamental, informar sobre todo lo acontecido, las acciones llevadas a cabo, lo que ha funcionado y lo que no, es clave para seguir con el plan de intervención así como con modificaciones en el mismo. Evidentemente, son una parte determinante en el desarrollo de los hijos, por lo que su implicación ante las dificultades será un valor añadido para la evolución».
Patricia Casanova Amat
Según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el elemento natural, universal y fundamental de la sociedad, tiene derecho a la protección de la sociedad y del Estado. Como bien sabemos, la familia es el primer agente de socialización con el que cuentan los niños desde que nacen hasta que son incorporados a la escuela. Hoy en día esta institución se encuentra en crisis debido a los cambios y transformaciones acontecidos durante los últimos siglos. Esta evolución queda reflejada en la composición de las familias, la estructura, la finalidad, origen, el número de miembro, las funciones y roles que desempeñan…
Si cerráramos los ojos y pensáramos en cómo sería la familia perfecta, sin duda alguna nos vendría a la mente la familia tradicional de las sociedades preindustriales formada por el padre, la madre y los hijos. A esto habría que sumar otras generaciones que probablemente también formaban parte de la unidad familiar. En estas familias, las madres tenían la función de cuidar de la casa, satisfacer las necesidades y asegurar el mantenimiento de la especie, así como el cuidado de los hijos y el desarrollo de los mismos. Eran por tanto, sociedades patriarcales en las que el hombre era el encargado de “traer el pan a casa”, de enseñar el oficio a los hijos y, estaba exento de la realización de cualquier tarea del hogar.
Hoy en día, la situación es diferente en muchos aspectos aunque en otros quizá no tanto. En primer lugar, podemos apuntar que las familias y núcleos familiares no son tan extensos, de manera general, como antiguamente. Además, no siempre se cuenta con una estructura familiar tradicional sino que se han creado otras estructuras igualmente válidas como la familia monoparental, reestructurada o la homoparental. Estos cambios han estado determinados por factores como: el reconocimiento del divorcio, la homosexualidad, la incorporación de la mujer al mundo laboral o la crisis, entre muchos otros.
Así mismo, la incorporación de la mujer al mundo laboral supone la asistencia temprana de los niños a las escuelas o el cuidado por parte de terceros (abuelos, “au pair”…) para continuar con el proceso de socialización. Sin embargo, aunque en ocasiones se relegue en ella numerosas funciones propias de la familia, lo cierto es que la educación sigue siendo una responsabilidad de la misma. Y si ya es de por sí algo complejo, ¿cómo sobrellevan todo esto las familias que tiene un hijo que tiene alguna dificultad? Como bien ha apuntado María Jesús Campos Osa, si ya de por sí educar es complejo se torna más difícil aún porque implica modificar las rutinas, hábitos, actuaciones de toda la familia en su conjunto.
Desde mi experiencia personal como pedagoga, comparto las ideas expuestas ya que durante el diagnóstico e intervención que se realiza con un niño/a los padres pasan por unas fases que nosotros como profesionales sabemos reconocer y debemos saber orientar. En primer lugar, es necesario ayudarles a derribar la idea de culpabilidad. Me gustaría añadir que no solo es necesario derribar la culpabilidad sino también levantar la aceptación. ¿Cómo se puede lograr eso? Dándoles información, sin abrumar, sobre la dificultad para que entiendan el concepto y todas las implicaciones que conlleva. Seguidamente, es necesario actuar, proporcionar estrategias. No es suficiente con llevar al niño a la consulta y trabajar desde allí o desde la escuela. Es necesario guiar a los padres, dotarles de las herramientas y estrategias para afrontar el día a día ya que ellos son los que más tiempo pasan con su hijo y los que necesitan aprender sobre la dificultad para poder dar respuesta a la misma. Una vez más me reitero en que en este mundo globalizado la única forma de hacer frente a los problemas es mediante la actuación conjunta de todos los agentes implicados.