PONER NOMBRE A LAS EMOCIONES
Poner nombre a las emociones es uno de los primeros pasos en la educación emocional. Como habéis podido leer en diferentes artículos de este blog, la expresión emocional es fundamental en el desarrollo de las personas. No solo la expresión, la identificación y gestión emocional, también.
Y es que las emociones forman parte de todas las personas, de nuestro desarrollo, aprendizajes y de nuestro día a día. Porque todas las personas las sentimos con mayor o menor intensidad, en diferentes situaciones y momentos. Pero están ahí y las sentimos, esto no lo podemos cuestionar.
Una de las claves para acompañar en este camino de aprendizaje emocional es poner nombre a las emociones desde la infancia. Siempre adaptando y ampliando el vocabulario emocional según el desarrollo de cada persona. Pero es fundamental decir las palabras, poner nombre a lo que se siente para comprenderlo cada persona y las que están alrededor.
Identificar y expresar verbalmente que sentimos tristeza, alegría, ansiedad, pena, vergüenza, euforia, calma, etc, es muy necesario e importante. Y es que identificar lo que sentimos y expresarlo, nos ayuda en la gestión emocional y en las conductas a desarrollar. Pero también ayuda a las personas que nos rodean para entender nuestras conductas, expresiones o reacciones.
Ahora bien, teniendo todo esto en cuenta, es clave validar, entender y comprender las emociones de las personas, aunque no las compartamos, ni las sintamos en la misma intensidad. Y es que, ante una misma situación las reacciones emocionales pueden ser diferentes en las personas. Aclarar que cuando hablo de personas, pueden ser menores, adolescentes, alumnado, hijos, hijas, parejas, amistades, familiares, etc.
Poner nombre a las emociones, entenderlas y validarlas, aunque no las compartamos (aquí entra en juego la empatía), es fundamental en el desarrollo de las personas, pero también en las relaciones. Y este punto es clave cuando hablamos de relaciones familiares, padre/madre-menor (peque o adolescente). Porque a veces las diferencias de edad, perspectivas, aprendizajes y experiencias hacen que se vean de manera diferente las situaciones y reacciones emocionales.
No podemos perder de vista la idea de que…
Todas las emociones son naturales, normales y funcionales.
Teniendo esta idea presente, es más fácil ayudar a poner nombre a las emociones. A que las personas no tengan «recelo» a decir que están tristes, ansiosas o alegres. Porque saben que es normal y que las personas de su alrededor lo pueden entender. De ahí la importancia de cómo se definan las emociones.
Es importante romper con la idea de emociones positivas y negativas, porque estos adjetivos tienen una carga y connotación ya significativa. Por ello, mi recomendación, y cada vez la de más profesionales, es hablar de EMOCIONES AGRADABLES Y DESAGRADABLES, en función de cómo nos hacen sentir.
Porque todas las emociones son naturales, normales y tienen su función, aunque las sensaciones en nuestro cuerpo sean desagradables. Sin embargo, nos están alertando, poniendo en acción y empujándonos a reaccionar y tomar decisiones.
De ahí que focalicemos en la atención en cómo nos hacen sentir y qué función tienen en ese momento, no en si son buenas o malas. Y sobre todo, porque si decimos emociones negativas, a las personas les resulta más complicado decir lo que sienten porque consideran que no es bueno.
De ahí el valor de poner nombre a las emociones, de identificar cómo nos hacen sentir, de validarlas y entender qué función cumplen.
Este tema es complejo, pero en este artículo quería dejar claro el valor e importancia de expresar lo que sentimos, de ponerle nombre y comprenderlo. Porque las emociones forman parte de nuestro día a día, de nuestro desarrollo y aprendizaje.
Así que, guiemos, orientemos y acompañemos a peques y adolescentes a la hora de poner nombre a las emociones. Y no solo eso, validemos lo que siente, entendámoslo desde su perspectiva y ayudémosles en cómo gestionarlo.
Recordad que si necesitáis orientación y acompañamiento para gestionar este tema u otros, no dudéis en buscar ayuda profesional.
Celia Nicolás Ibáñez
Admiro mucho este artículo dado que es importante para una persona ser consciente de sus sentimientos y de cómo gestionarlos, además de conocer el de los demás y de respetarlo.
Así mismo, aquí entra en juego un papel muy fundamental de los valores básicos que hacen falta tener para poder convivir en una sociedad. A estos valores me refiero en cuanto a la tolerancia, el respeto, la empatía (como así se menciona en la entrada) y, además, la compasión. En esta última, me gustaría hacerle hincapié, puesto que compadecernos del otro es acompañarlo a sus sentimientos, aunque no los sintamos, ya sean buenos o malos o, mejor dicho, agradables o desagradables, como bien lo mencionaste en tu artículo.
Por tanto, concuerdo contigo en que la gente debe de saber validar, identificar y entender dichas emociones o sentimientos para que la persona se valga de sí misma y fortalezca su autoestima.
María Jesús Campos Osa
Hola, Celia.
Muchas gracias por tu comentario y por compartir tu reflexión sobre la importancia de poner nombre a lo que sentimos. Y como bien señalas, no solo el valor que tiene a nivel personal, sino también social para entender y comprender cómo se sienten otras personas.
Un saludo.